Hace algunas semanas hablábamos de "Los Magyares Mágicos" y de cómo se quedaron a las puertas de la gloria en el Mundial celebrado en Suiza 1954 tras caer contra los alemanes en la final. De esa final se han contado muchas cosas, tantas que hasta parece una leyenda, y a pesar de que cada día se olvida un poquito más, fue uno de los episodios clave para entender lo que significan las marcas deportivas hoy en día.
En 1954 la selección húngara era, con diferencia, la mejor del mundo y la gran favorita para hacerse con la copa. El juego desplegado por los magyares estaba fuera de su tiempo y se paseaban por todos los campos en los que jugaban. Prácticamente cuatro años sin conocer el sabor de la derrota hasta aquella fatídica final para ellos pero que colocó a Alemania en la senda de lo que es hoy la Mannschaft.
Hungría cayó en el grupo 2 junto a Corea del Sur, Alemania Federal y Turquía. A pesar de ser grupos de cuatro, se jugaban dos partidos y un tercero en caso de empate. Hungría superó de manera más que solvente sus dos partidos de grupos con un 9-0 a los coreanos y un 8-3 frente a los alemanes. Alemania, por su parte, aunque jugando bien al fútbol, tuvo que pasar por la ronda de desempate contra Turquía. Tras la victoria teutona ante los turcos por 7-2, quedaban clasificados Hungría por un lado del cuadro junto a Brasil, Uruguay e Inglaterra y Alemania federal clasificada como segunda se iba al lado del cuadro con Yugoslavia, Austria y Suiza.
Los húngaros alcanzaron la final tras derrotar a Brasil por 4-2 en un partido durísimo y tras vencer a Uruguay 4-2 en la prórroga tras remontar un 2-0. Los alemanes, sin pasarlo mal, pero con menos solvencia y un fútbol no tan fantástico, vencieron a Yugoslavia en cuartos 2-0 y barrieron a Austria por 6-1 en semifinales. Todo estaba preparado para la final. Hungría vs Alemania. Un equipo identificado con su nueva y joven nación, que jugaba un fútbol exquisito y que ya había vencido a su rival en esa misma competición por 8-3 contra un país en reconstrucción, señalado por el mundo, dividido y buscando una arrancada y destrozada idiosincrasia a través del deporte.
Todo indicaba que los húngaros se volverían a pasear. 33 partidos sin perder les avalaban. Todo estaba preparado para que la final arrancase aquel 4 de julio de 1954 en el Wankorfstadion. A pesar de la lluvia, y esto es clave, 60.000 personas llenaban las gradas, y a las 17:00 horas, el silbato del trencilla daba la señal para que comenzase la primera final europea de un Mundial tras la Segunda Guerra Mundial.
Los húngaros, mediante Puskás en el minuto 6 y Czibor en el 8, encarrilaron la final. O eso parecía. La lluvia era incesante, el campo no estaba en buenas condiciones y llegó un punto en el que colapsó. No drenaba más. Esto favorecía a los alemanes, que a pesar de empezar perdiendo 2-0, consiguieron empatar rápidamente mediante los goles de Max Morlock en el minuto 10 y de Helmut Rahn en el 18. Al igual que la lluvia, el empate duró hasta los minutos finales, cuando en el 84, y contra todo pronóstico, Helmut Rahn anotaba el definitivo 3-2 para Alemania Federal y les convertía en los campeones del mundo.
Hasta aquí lo normal. Lo que a todos nos suena de algo. ¿Pero que pinta Adi Dassler en todo esto además de ser un empleado de la Mannschaft para equipar a los jugadores con su material deportivo? Pues si Alemania fue capaz de sobreponerse a las duras condiciones climáticas fue por un aspecto tecnológico con el que muy pocos contaron y que hoy nos parece tan común, e incluso arcaico, como el comer: El taco de aluminio intercambiable.
Los alemanes, tras observar el cielo, decidieron implementar en sus botas el nuevo invento de Adolf Dassler. El invento consistía en las botas con tacos cónicos intercambiables, de manera que los alemanes podían meter diferentes tipos de tacos en función del estado del terreno de juego. Esto les daba mucha más estabilidad y equilibrio en condiciones de agua y barro mediante el taco cónico de aluminio largo; y rápidos apoyos en campos más duros mediante el taco corto de madera o, posteriormente, plástico. A diferencia de como han sido estos tacos los últimos tiempos, se tardaba bastante en intercambiar los tacos, con gruesas tenazas; además, era el propio Adi el que se encargó de intercambiar los tacos, los ajustaba como se debían ajustar para evitar perder tacos en el transcurso del juego. Seis tacos que permitían que el barro no se pegase a la suela y que los alemanes no se escurrieran y pudiesen hacer arrancadas y paradas de manera más eficiente que los húngaros.
No hace falta decir que el éxito fue tremendo. Adidas despegó como marca, empezó a tener a los mejores jugadores del mundo como usuarios de sus productos y esto colaboró a lo que se conoce como el Milagro Económico Alemán. La tecnología alemana para el fútbol creció de manera exponencial, repartiéndose el pastel con Puma, también alemana y cambiando el calzado de nuestro deporte para siempre. ¿Quién no ha tenido en sus manos alguna vez unas botas con tacos intercambiables?. Un invento que permitió el que la tecnología en el fútbol sea casi tan importante como el talento y que cambió la forma de entender el calzado de rendimiento profesional.
La victoria alemana en el Mundial de Suiza dejó a Hungría sin la Copa, de manera un poco injusta sí, pero lo que supuso para el país teutón y para la marca Adidas va más allá de ganar una simple copa. De hecho, como anécdota curiosa, durante la Copa del Mundo de 2006, celebrada en Alemania, la Manschaft obligó a todos sus jugadores a equiparse con botas Adidas, a pesar de sus contratos con otras marcas; por ejemplo, Klose jugó con unas Copa Mundial a pesar de tener contrato con Nike. Esta medida fue una medida de Klinsmann, jugador Adidas en su época, como homenaje a la marca alemana, que sigue siendo la que equipa a la selección Alemana. No salió igual de bien, pero fue curioso ver a Frings con unas Predator siendo un jugador Total 90.
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