Si echamos la vista atrás, observamos que tan sólo 8 países han conseguido levantar la Copa del Mundo de Fútbol, sin embargo, muchas de esas veces, no ha coincidido con el equipo que enamoraba por su juego. Es más, han existido grandes combinados nacionales, que sin ganar, han pasado a la historia, pero algunos son más recordados que otros.
Hemos visto a equipos realizar increíbles gestas, como Alemania en 2014 goleando a los anfitriones, pero pocas son las selecciones que han marcado época. La España de 2010, el Brasil del '80 y del '70, la Holanda conocida como la Naranja Mecánica, la Argentina de Maradona, la Italia del catenaccio (catenaccio bien entendido, el modificar la defensa con un líbero para salir antes a la contra) e incluso la Suecia del '58 o la URSS de los '60; todos ellos equipos temibles, pero ¿qué había antes? ¿la nada?.
Pues antes existió una de las mejores selecciones de la historia. Una selección con la que muy poquitas pueden rivalizar en juego. La Hungría del '50 jugaba un fútbol muy adelantado para su época. Considerada la precusora del Fútbol Total, el intercambio de posiciones era contínuo, los pases cortos y al primer toque, una velocidad de juego endiablada que superaba rivales como el que come lacasitos y un hambre de gol rara vez vista. Una selección infravalorada por algunos, por la época y el no poder repetirlo, y olvidada por muchos, pero que sin duda merece estar en el Olimpo del fútbol como una de las selecciones históricas y grandes de nuestro deporte.
Hungría estaba integrada, principalmente, con jugadores de primer nivel, casi todos pertenecientes al Honved de Budapest, de donde salió Puskás al Madrid o Czibor a la Roma y posteriormente al Barcelona, y se trata de, para muchos, la mejor selección de la historia de Europa. ¿Pero cómo surgió esta maravillosa selección y cuál fueron sus logros?
Para entender el auge del fútbol en Europa del Este hay que viajar hasta 1930. Con la fundación de la Copa del Mundo, el fútbol en los JJOO quedó en segundo plano, siendo una disciplina reservada para deportistas amateur. Esto, al bloque del Este le vino como anillo al dedo, al no tener profesionalizado el fútbol, los jugadores que acudían a las Olimpiadas eran los mismos que los de la selección absoluta, por lo que entraron en una dinámica de jugar muchos más partidos que sus rivales. Hablamos de una época en la que siendo profesional, en 5 años, apenas llegabas a 40 partidos con tu selección, incluido mundiales y competiciones continentales. Al entrar en una dinámica de competición como los Juegos Olímpicos, los jugadores amateur del Este, adoptaron entrenamientos y tácticas profesionales, que serían la semilla de su posterior poderío, pudiendo llegar a disputar mundiales.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Hungría encontró en el fútbol la forma de continuar con el sentimiento nacional adquirido tras separarse de Austria y crear el Reino de Hungría. Con lo aprendido en años anteriores compitiendo en JJOO y alguna que otra clasificación para el Mundial, unido a una generación de futbolistas inigualables, en 1950 empezó el ciclo de este espectáculo de selección.
De los once titulares que integraban el equipo, es difícil que no se conozca a ninguno. Grosics (portero), Lantos, Lóránt, Buzánsky (defensas), Zakariás, Bozsik (centrocampistas) Hidegkuti (media punta) Czibor, Budai II (extremos) Puskás y Kocsis (delanteros) eran los que formaron los Magyares Mágicos. Un equipo ofensivo sin duda ninguna que apostó por el buen trato del balón y el meter más goles que el oponente para ganar, siempre arriba, si les metían 3, ellos marcaban 8.
Este equipo, dirigido por el buen entrenador Gusztáv Sebes, consiguió, entre 1948 y 1956, disputar 52 partidos de los cuales sólo perdió 1, el que precisamente les hubiese consagrado como mejor selección de la historia de Europa: la final de Suiza 1954 contra Alemania Federal. No obstante, sus logros no son moco de pavo. Entre 1950 y 1954 se mantuvieron invictos durante 32 partidos, siendo el primer equipo continental en ganar en Wembley, lo hicieron por 3-6 y dando un espectáculo, y además, ganaron cinco medallas olímpicas, siendo de oro en tres ocasiones.
En el Mundial Suiza '54, se pasearon de una manera rotunda. En ronda de grupos vencieron a Corea del Sur y a Alemania Federal con una deferencia de goles de 17 a favor por 3 en contra. Vencieron a Brasil en cuartos en lo que se conoce como la batalla de Berna. Un Brasil distinto al que todos podemos imaginar, que quería jugar como los europeos tras el Maracanazo, salió al campo a dar patadas, única y exclusivamente. El partido acabó en tangana grande con puñetazos y botellazos. En semifinales, remontaron un 2-0 a Uruguay y ganaron 4-2 en la prórroga, pero en la final, Alemania, con el nuevo invento de Adi Dassler, los tacos de aluminio intercambiables (ya hablaremos de esto), les ganaron 2-3.
Hungría era, de pleno derecho, la favorita para el Mundial de Suecia '58, pero el sueño se truncó. En 1956 estalló la Revolución Húngara y el Reino de Hungría pasó a convertirse en una de las repúblicas de la URSS. Este hecho pilló al Honved, como ya he dicho, donde jugaba el grueso del equipo nacional, en Bilbao para jugar los cuartos de final de la Copa de Europa y muchos jugadores, como Púskas, en ese momento de confusión política, decidieron no volver a su país por lo que la selección de los Magyares Mágicos llegó a su fin y en 1958 Hungría, que ya no era la misma, calló en fase de grupos tras perder contra los anfitriones y empatar contra Gales, ganó a México y en el partido de desempate (acabaron empatados a puntos), Gales los eliminó.
La última losa sobre Hungría cayó en Chile '62, donde otra selección del bloque soviético, Checoslovaquia, les eliminó en cuartos de final, tras superar la fase de grupos. Hungría ya no volvería a ser la misma del 54 y todos lo sabían.
Una selección que provocó que la Holanda y el Ajax de Cruyff retomaran el fútbol total. La precusora de los extremos abiertos y jugar con 5 arriba como la Brasil de Pelé, una selección que estuvo cuatro años invicta y que casi nadie le da el reconocimiento que mereció y que merece. Entendemos el fútbol así hoy en día por cómo jugó aquel combinado nacional, desde mi punto de vista, el mejor que ha habido jamás en Europa con la salvedad de la España de 2008-2012, con la que rivaliza muy seriamente.
No nos olvidamos de los Magyares Mágicos.
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