miércoles, 24 de abril de 2019

ROMERITO, LOS FICHAJES RANDOM NO SON COSA DE AHORA.



Si algo ha caracterizado el fútbol de los últimos años de una manera tan contundente que hasta los diarios deportivos han sacado secciones de 'memes' con este tema son los fichajes random. El que Boateng fuese a Las Palmas o al Barcelona, el fichaje de Lucas Silva por el Madrid, la llegada de Van der Vaart al Betis o la temporada de Trezeguet en el Hércules son cosas con las que se han hecho secciones y chistes, pero la realidad es que esto también ocurría antaño.


Julio Cesar Romero, apodado Romerito en España, era un jugador paraguayo que debutó con 17 añitos en 1977 en el Sportivo Luqueño de su país. Rápidamente se convirtió en uno de los jugadores más importantes del equipo. En 1979 disputó el Mundial juvenil donde anotó cuatro goles y se hizo con el Balón de Plata, por detrás de, nada más y nada menos, un tal Diego Armando Maradona. Su buen hacer en la liga local, le propulsó a la North American Soccer League (NASL) en 1980, aterrizó en el New York Cosmos, donde tuvo de compañeros a Pelé, Beckenbauer, Chinaglia, Neeskens y Carlos Alberto, su posterior padrino en Brasil. Por aquella época, la NASL era una liga potente económicamente y contaba con grandes atracciones tales como las ya mencionadas del Cosmos y grandes jugadores en otras franquicias como Cruyff (del que se hablará más adelante en esta historia) o George Best.

Tres años estuvo en Nueva York, hasta que se disolvió la NASL. De la mano de Carlos Alberto, se fue a la Liga Brasileña, al Fluminense más concretamente. Seguía mostrando que era un buen jugador, hasta tal punto de conseguir ser nombrado Futbolista Sudamericano del Año en 1985. En Fluminenese, con dos Cariocas y un Brasileirao conquistados, estuvo hasta abril de 1989. Hasta esa noche en la que sonó el teléfono desde el otro lado del charco.

Si nos ponemos en situación, en España había una furibunda batalla entre dos de los mejores equipos de la historia de nuestro país. El Real Madrid de la Quinta del Buitre aventajaba en la Liga al 'Dream Team' de Cruyff en tres puntos. El sábado había clásico y era fundamental para el Barcelona recortar puntos al Madrid. Sin embargo, lo que tenía a Cruyff en vilo fue la lesión de Bakero, fundamental para los planes del holandés. Ante la insistencia de Cruyff, y con las elecciones siendo el día del Clásico, Nuñez, que sería reelegido, le buscó a su entrenador ese jugador revulsivo que pedía. Intentó adelantar el fichaje de Koeman sin éxito, ya que el PSV se negó en rotundo. Tras fracasar de nuevo en los fichajes de Francescoli y Laudrup, el técnico del Barcelona se acordó de aquel fino mediapunta guaraní con el que compartió liga diez años antes en EEUU.

A las dos de la mañana de un sábado, tras haber ganado por 1-0 al Inter de Porto Alegre, sonó un teléfono. El Barcelona quería la incorporación inmediata de Romerito. El jugador no quería, como si de una premonición de lo que iba a pasar se tratase, pero los 40 millones de pesetas de la época que ofrecía el Barcelona, dejaron al jugador sin poder de decisión. Cruyff ya tenía a su jugador revulsivo y tenía toda la intención de que jugase contra el Real Madrid.

Romerito se unió al equipo azulgrana unas 48 horas antes del comienzo del clásico y sin sueldo. Recibiría una prima de unos 40.000 dólares por sus tres meses de contrato. A las 48 horas empezó el Clásico con Romerito en el 11 inicial en lugar de Lineker, jugador que eliminó a su Paraguay en el Mundial de 1986. Cruyff, sabiendo de lo random del fichaje, de las circunstancias y del estrés que tenía el jugador, le dio unas órdenes concisas y concretas: no te desgastes mucho, juega cerca del área y mete un gol, nada más. Romerito falló dos goles cantados, uno que se le marchó pegada al palo y otra en la que Buyo le apagó la luz en una situación en la que el guaraní raramente fallaba. El jugador se fue con la cabeza alta, defendiendo que había realizado un buen trabajo, pero la afición azulgrana no lo tenía tan claro. El partido finalizó con 0-0 por lo que la ventaja se mantenía para los blancos y las dos ocasiones más claras las tuvo Romerito.

En el siguiente partido que disputó, a pesar de la confianza que le mostraba el entrenador holandés, tampoco consiguió anotar contra el Zaragoza, y en el tercer partido contra el Valladolid, se rompió. Una lesión en el tobillo hizo que se perdiera toda la fe en el mediapunta paraguayo. Incredulidad desde Barcelona y gracietas desde Madrid nublaron el futuro de Romerito en el Barça de Cruyff.

A pesar de anotar un gol contra el Málaga en su regreso, lo que supuso un gran desahogo, las críticas fueron tan feroces que Romerito sabía que tenía las horas contadas en Barcelona tras ser un secreto a voces las llegadas de Koeman y Laudrup al club de la Ciudad Condal. Y así fue, al terminar la temporada, Romerito fue transferido al Puebla de México donde continuó su carrera con el gran fracaso que supuso Barcelona en su curriculum. Un fracaso que, a sus 28 años, pareció pasar factura en su rendimiento.

Romerito, un jugador que anotó 28 goles y fue máximo asistente en 88 partidos en EEUU, que en Fluminense se convirtió en héroe con 19 goles en 78 partidos siendo mediapunta pasador, se transformó en un jugador de medio pelo con un gol en 7 partidos en Barcelona y dos tantos en 17 partidos en Puebla. Su rendimiento se estancó hasta tal punto que a raíz de eso pasó de equipo en equipo sin pena ni gloria en la liga de su país: Sportivo Luqueño, Olimpia, Deportes La Serena (Chile), Cerro Corá y Sportivo Luqueño de nuevo, hasta su retirada en 1998.

Un jugador que se disputaba premios con Maradona en su juventud, se fue diluyendo poco a poco tras un traspaso random. ¿Era un buen jugador?, sí, ¿para fichar por el Barça? quizá no. Europa era muy dura en esa época, de hecho, el venir a España casi le cuesta la carrera a Maradona. Tal vez por eso haya tantos jugadores que nunca quisieron venir a Europa como Pelé, Rivelino, Tostao, Carlos Alberto o Jorge Campos.

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