domingo, 28 de enero de 2018

MARKO MARIN: OTRA CARRERA AL REVÉS


 Hoy os traemos otra de esas carreras que, vistas al revés de como se produjeron, firmaría cualquier futbolista profesional. Este pequeño mediapunta alemán dio el salto al estrellato en una época en la que el fútbol español puso de moda la tendencia de jugar el balón "en el piso", como dirían los argentinos, con jugadores de mucho toque, velocidad y control de su cuerpo, pero frágiles en el choque y con evidentes limitaciones aéreas. ¿Qué fue del jugador que el Chelsea fichó por 8 millones de euros como una auténtica ganga?

Bien, supongamos que un futbolista empieza a jugar lejos de su país, en Grecia, dónde el Olympiacos le da una primera oportunidad como profesional. Luego, tras una temporada decente, salta a Turquía, al Trabzonspor, dónde lo rompe y llama la atención del Chelsea, que lo ficha lo pone a prueba en 3 cesiones consecutivas (Anderlecht, Fiorentina y Sevilla) porque no se termina de adaptar a la liga inglesa (cosas que pasan). Tras no conseguir un hueco en Inglaterra, decide volver a su país, Alemania, dónde lo revienta en el Werder Bremen durante tres grandísimas temporadas para, por último, retirarse en el equipo de sus amores, el Borussia Mochengladbach. ¿Quién no firmaría una carrera deportiva de este calado? Pues si queremos saber que ha sido de Marko Marin debemos leerla al revés. Y es que hay ciertos jugadores que, desde que inician su carrera deportiva, lo hacen todo tan al revés de como se espera, que todo paso que dan es un paso atrás. Pertenecen al CCI "Club de las Carreras Invertidas" presidido por Xherdan Shaqiri y con miembros ejecutivos como Bojan o Jesé. Y es que no es necesariamente un problema de rendimiento, sino más bien de decisiones y, por lo general, de rendimiento mental. Bien porque ciertos estadios/aficiones/expectativas sobre ellos les quedan grandes, o bien porque, directamente, es la propia vida de profesional la que puede con ellos.

Es verdad que existen casos de gente engañada y que, con la ley en la mano, podrían reclamar daños y perjuicios e, incluso, hablar de haber sido estafados cuando, de pequeños, alguien les dijo que valían para esto. Sin necesidad de entrar en menciones personales, todos sabemos de algún jugador (nieto de alguna estrella pasada, por ejemplo) que fue engañado de la forma más cruel posible al decirle que podía dedicarse profesionalmente a éste deporte. En el caso de este tipo de jugadores, incluirles en el CCI no sería justo dado que, empezaran donde empezaran, estaba claro que su carrera iba a caer en picado desde sus propios inicios.

El CCI es un selecto grupo de jugadores que, teniendo todo lo necesario para entrar en el top 20/30 mundial de su generación, no dieron pie con bola desde la primera decisión hasta la última. Y Marko Marin es un claro ejemplo de ello. Mediapunta alemán con velocidad para caer a banda, con toque de balón para ponerla dónde fuera necesario y con capacidad resolutiva para finalizar dentro del área si la situación así lo requería. ¿Qué más necesitabas, muchacho? Cierto es que, con 170 cm, no eras el más alto del equipo, tampoco el más fuerte, pero conste en acta que, cuando mides lo mismo que el mejor jugador del mundo hoy por hoy, la altura no es una excusa de nada. Y toda esa clase, técnica y toque fueron las que llevaron al bueno de Marko a hacer 3 temporadas en el Werder Bremen acordes a su potencial e, incluso, a ser llamado por Löw para la lista del mundial 2010, una de las más difíciles de acceder de la historia de la Mannschaft en la posición de mediapunta. Si fuiste llamado con Özil, Götze, Schürrle, Kroos, Schweinsteiger y Reus...no creo que fuese porque no había otro. El puesto en esa Alemania se vendía muy caro y lo compraste. Dicho esto, y por muy rara que nos pudiera parecer su convocatoria en aquel momento (no tanto, en mi opinión), lo cierto es que las perspectivas que había sobre este chaval por aquel entonces sobrepasaban con mucho lo que finalmente fue de su carrera. Porque, aunque todavía tiene 28 años, esta claro que nunca va a llegar a alcanzar las estimaciones que se hacían sobre su potencial. ¿Por qué? Creo que se trata de un problema de decisiones. Del Gladbach al Werder, vale. Primera y única decisión correcta. Cuando en tu puesto despunta un tal Marco Reus, lo mejor es que hagas las maletas para buscarte minutos en otra parte. Eso es evidente. Llegas a Bremen y empiezas a jugar un fútbol vistoso y a llamar la atención de propios y extraños, te llama la selección alemana, la vida (en lo que a carrera futbolística se refiere) te viene de cara y...¿Qué haces? ¿Te vas al Chelsea? ¿A jugar a Inglaterra sin físico y con menos velocidad de la que se pide allí? Porque ser rápido en Alemania es ser del montón en la Premier. Y además, te vas con Schürrle (al que no le quitas el sitio en Alemania), De Bruyne, Willian y Salah. Sin contar con que ese Chelsea ya tenía a Hazard, Mata y Oscar (que sin ser, estos dos últimos, santo de mi devoción, ya estaban allí asentados). La pregunta es obligada ¿A QUE VAS TU A MOSCÚ?, ¿Nadie pudo advertirte de lo poco que ibas a jugar? ¿No lo viste tú mismo? Y es que, a veces, hay que saber medirse y conocer hasta donde puede llegar uno. Y lo mismo que hiciste en el Gladbach, el mismo razonamiento, debiste haber aplicado en este caso.

Y es aquí donde empieza el calvario de cesiones. A cual menos oportuna que la anterior. Primero al Sevilla. Al Sevilla de Rusescu (2º máximo goleador de la liga rumana el año anterior) que no jugaba a nada. Un jugador combinativo como Marin, cuyo rendimiento depende en gran medida del de sus compañeros. Fiasco previsible. Un año más tarde, a la Fiorentina. Con un jovencísimo Bernardeschi por una banda y...¡hombre! ¡Salah de nuevo! por la otra. Por no hablar del juego físico italiano...ni que decir tiene el resultado final. Otro año más a la basura. Luego al Anderlecht. Un jugador que requiere de que sus compañeros juegen bien para mostrar sus virtudes, se va a un equipo cuya estrella es Defour.

Si bien es cierto que, en Bélgica se le pudo ver un poco más suelto e intentando recordarnos al mediapunta caído a banda del Werder, lo cierto es que fue el final para los que todavía creíamos en él. Si no lo revientas en Bélgica, es que igual no eras tan bueno como para luchar por jugar en la selección alemana. Pero nunca sabremos si la falta de explosión del jugador fue fruto de una sobrevaloración inicial (insisto, creo que no) o por un hastío provocado por tanto viaje de equipo en equipo. A su regreso, el Chelsea, cansado de esperar por un jugador que ni está ni se le espera, lo traspasa a Turquía, lugar conocido como cuna del resurgimiento de jugadores, nunca como cementerio de elefantes (nótese la ironía). Al Trabzospor, dónde el bueno de Marko pareció haber decidido dejar de intentar alcanzar grandes cotas. Y su último traspaso, al Olympiacos, así lo demuestra. Con ofertas para volver a Alemania, España y Francia, la decisión de probar en la liga griega parece una clara declaración de intenciones de un jugador que nunca supo elegir bien y que, casi casi, parece que nunca quiso llegar a más. Una auténtica lástima...

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